La política de empleo de un país resulta crucial para su población y a diferencia del punto de vista que puedan tener empresarios o políticos, el ciudadano común considera que el tema es prioritario, que le concierne directamente y sobre el cual espera que el Estado, aunque no siempre lo manifieste, tenga ideas claras de como gestionarlo, promoverlo y protegerlo.
Teniendo en cuenta que la persona es el fin supremo de la sociedad, y el trabajo, lo que le permite ejercer su condición de persona al otorgarle autoestima e incidir en su calidad de vida, como en su visión del futuro; su carencia, lo disminuye ante si, ante la sociedad, ante el mundo.
Si bien es cierto, diferentes gobiernos se ha preocupado en desarrollar Políticas de Empleo destinados a incrementar los niveles de empleabilidad a través de propiciar la inversión, también se han desarrollado programas ad hoc, como el de Pro Joven. Hay en los últimos años, crecimiento en diversos sectores como construcción, turismo, exportaciones textiles, agrícolas, mineras; servicios como retails, alimentos y bebidas, etc; pero aun subsisten índices considerables de sub empleo y desempleo.
Una PEA de 11 millones y medio de personas, de las cuales mas de la mitad esta compuesta por, desempleados y trabajadores sub empleados; otra casi mitad, donde convive una burocracia estatal numerosa, poco eficiente; y trabajadores formales donde se mezclan significativos porcentajes de profesionales que no trabajan en lo que estudiaron y que viven expectantes a los cambios dentro de una sociedad de bajo e ineficiente desarrollo productivo.
Un primer aspecto de esta problemática y vinculada a la inmediatez de la circunstancia, se encuentran en la delicada tarea de encontrar el equilibrio necesario entre una desigual relación entre la oferta y demanda de empleo, de manera que los empresarios encuentren trabajadores calificados y no se aprovechen de la excesiva oferta, pagando bajos e injustos salarios, ni abusen con arbitrarios despidos; Que los trabajadores se desempeñen adecuadamente ni que sus demandas por mejores condiciones, paralicen la dinámica del país.
El actual gobierno a través del Ministerio de Trabajo dio cuenta de numerosas empresas infractoras de las normas laborales y de los montos por multas impagas, muchas de las cuales datan de varios años atrás, información que nunca se hizo publica hasta ahora, que contrasta con la disminución de los reclamos laborales desde el gobierno de Fujimori; Los limites de la flexibilización de las normas laborales se discuten en el Consejo Nacional del Trabajo y el Congreso que buscan concretar una nueva Ley del Empleo; Las dudas se traslucen en el propio Estado que no define una clara política laboral como empleador: La reforma del empleo publico sigue pendiente.
Como país democrático se espera un estado no intervencionista, pero propiciador de reglas justas, estables, que promuevan las condiciones adecuadas para el desarrollo; sin embargo, buena parte de este equilibrio, radica en la responsabilidad social de trabajadores, como de empleadores, aspecto que no puede ser normado, quedando discrecionalmente sometido a la madurez, buena voluntad y confianza de las partes, que va muy de la mano con la cultura y los valores de la nación y de sus ciudadanos.
Bajo estas condiciones, dejar que las reglas de mercado funcionen libremente en este campo, es no solo complicado, sino utópico y corresponde al propio Estado, ejercer evidentemente su rol subsidiario, regulador y promotor, si es que queremos que exista seguridad jurídica y tranquilidad social. Tarea nada sencilla.
Un segundo aspecto esta dado por el establecimiento de una Política de Empleo con visión de futuro. No pretendemos sumergirnos en las Teorías de Alvan William Philips en su relación entre desempleo y las tasas de cambio de los salarios; o la del monetarista Milton Friedman y su tasa natural de desempleo.
Hoy en día muchos reconocen la estrecha relación que existe entre la formación, la productividad, la competitividad, los salarios, la negociación; entre otros factores para la generación de empleo (sin olvidar el importante rol de la inversión) y que están estrechamente vinculados a una actitud, la misma que debe ser activa, no pasiva; solidaria, no individualista; eficiente, no indolente; honesta, no corrupta; madura, no irresponsable.
Aspectos en los que estimamos hay mucho por hacer. En agenda se encuentra pendiente la Reforma del Estado (Educación, Salud etc.) que tiene una importante participación en la generación del esperado desarrollo del país, la disminución de los costos financieros, mejora de la competitividad, incremento en el uso tecnológico, a necesidad de una estabilidad jurídica, el planeamiento de la educación universitaria concordante con las fortalezas, debilidades, oportunidades y los riesgos del país y naturalmente el cambio de actitud, también concordante con valores positivos y solidarios. Todo ello en una acción sistémica que requiere de un liderazgo fuerte, coherente que los peruanos aun no vemos, libre de protagonismos, politiquería y egoístas intereses.
Sin pretender ser quien solucione el problema, creemos que se podría diseñar una adecuada política en este campo. Tomar mejores decisiones, conociendo el problema en toda dimensión. Estar ajeno a esta realidad, o ser indolente, sería traicionar la voluntad popular y comprometer el futuro de la nación.
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